Metodología
Conociendo el contexto de vida de las mujeres, Alaí y Elena Pérez bajo un árbol de cacao en República Dominicana.
Caminando juntos por la ciudad. Ana y Eugenia van de camino a visitar a las ancianas de la comunidad de Eugenia.
A partir de 2016, realizamos entrevistas con mujeres sanadores en comunidades rurales y urbanas de la República Dominicana, Cuba, Puerto Rico y el PNW. En estas entrevistas, nos concentramos en la visión del mundo de nuestres mayores. Nuestro enfoque se basó (y continúa) basado en un enfoque indígena crítico (Smith 2011) mediante el cual les mayores determinaban los parámetros del conocimiento compartido y, junto con nosotras, determinaban las preguntas y métodos mediante los cuales se responderían a esas preguntas. Este enfoque no solo era crítico, era absolutamente necesario. Como mujeres más jóvenes comprometidas en una relación respetuosa con nuestres mayores, podíamos abrir la posibilidad de una conversación, pero eran ellas y elles quienes determinarían qué era lo que debíamos, podíamos y necesitábamos saber.
Los métodos de participación crítica incluyen la recopilación de historias orales (Smith 2011), la observación participativa (Emerson et al. 2011) y la recopilación transparente de datos (Smith 2011, Simpson 2014) en formas que priorizan los puntos de vista de nuestres mayores. La recopilación de este conocimiento tuvo lugar en medio de sesiones de sanación, en reuniones familiares, pasando el rato en los patios de las personas, en la mesa de la cena, en bailes, caminatas, descansando y simplemente pasando tiempo juntes, compartiendo. Hablamos con sacerdotisas de la Regla de Ocha, servidoras de las 21 divisiones, sobadoras, guardianes de conocimiento ecológico tradicional y otres sanadores a partir de sus conocimientos ancestrales indígenas y afrodescendientes; sanadores que hemos conocido mientras nos curamos, mientras bailamos al ritmo del batá caribeño o atabales, mientras participamos en un fuego cultural indígena, o simplemente mientras paseamos por la calle en un lugar que era nuevo para nosotras.
Estos métodos pronto se transformaron en una práctica de escucha profunda.
Lo primero que nos enseñaron fue la escucha profunda. Durante la última década, hemos aprendido a entender la escucha profunda como una práctica fundamental en los métodos pedagógicos de las tradiciones caribeñas. Implica escuchar con todo el cuerpo, tanto lo articulado como lo no articulado, y prestar atención a lo que se ve y lo que no se ve. La escucha profunda incluye observar y aprender de los rituales y como las personas se articulan en comunidad. Escuchar profundamente es ser parte de la comunidad, transcendiendo la observación etnográfica y participando en las relaciones afectivas de la comunidad. Escuchar profundamente es también escuchar los sueños, escuchar “el consejo de los espíritus y los antepasados” (Abebbe Oshun 2016), bailar al son de la música y estar presente en los altibajos de las vidas de nuestres mayores (y de sus familias). La escucha profunda nos cambió, como investigadoras, porque cambió nuestras orientaciones hacia el “ser”, el espacio-tiempo y nuestras relaciones.
Al participar en una práctica de lo que llamamos escucha profunda, aprendimos, primero, que nuestres mayores tienen una comprensión única y poderosa de lo divino, conocido de diversas formas como Bondieu, Papá Dios, Olofi, Ometeotl y Gran Espíritu. Luego, aprendimos sobre la comprensión tácita de las relaciones de nuestres mayores con sus antepasados, con nuestros antepasados y con todos los seres vivos. Estas relaciones son los ejes principales para la curación. Aprendimos sobre los parámetros de lo que se considera “vivo” y “muerto” (por ejemplo, toda la existencia está viva, pero el plástico está muerto). Aprendimos sobre el contexto en el que se prolonga la vida y se acepta o no la muerte. Para Adela, la muerte llega a su momento; para Abebbe Oshun, la muerte es alguien con quien negociar. Aprendimos sobre cómo se entienden las condiciones económicas, políticas y sociales actuales en relación con la prolongación o eliminación de la vida de nuestros mayores, sus familias, sus comunidades y la propia tierra. Aprendimos que en diferentes tradiciones, la sanación está dirigida hacia la prolongación de la vida o hacia la aversión a la muerte. Estas distintas orientaciones informan las relaciones con el mundo vegetal, relaciones con el mundo de los espíritus y los mundos ancestrales, y relaciones con todo lo que vive y respira, incluyendo a los seres humanos.
Además de escuchar profundamente, también caminamos. Miriam Ricourt (2016) describe caminar como una práctica de disrupción y creación de significado (p. 76) que fue y sigue siendo una praxis central de los pueblos cimarrones. Caminar fue fundamental para nuestra comprensión del mundo de les mayores. Caminamos con elles a través de sus comunidades, a través de sus bosques, dentro de sus iglesias, hogares y terrenos ceremoniales. Caminar juntes, y estar juntes al caminar, nos permitió afirmar nuestra humanidad mutua (todas teníamos calor) y nuestras limitaciones (cuando nosotras nos cansábamos, por ejemplo, les parecía muy divertido a les mayores, quienes podían seguir adelante). Caminar juntes nos permitió comprender cómo nuestres mayores se mueven por el espacio y por qué.
Caminar nos permitió comprender sus geografías específicas: los árboles, las plantas y los lugares donde les sanadores crean conocimiento, las formas en que cuidaron estos espacios y la sensación de pérdida, que es una parte creciente de la experiencia humana en el mundo frente al rápido cambio climático. Al caminar, fotografiamos plantas, grupos de plantas y, simultáneamente, escuchamos las historias que compartieron con nosotras sobre lugares específicos. Había historias de especies desaparecidas, de pueblos desaparecidos, de nuevas construcciones y fuerzas económicas. Hubo historias de sanaciones exitosas y de circunstancias desafiantes como compartieron Adela y Daniela. Hubo historias de plantas trasplantadas y de los espíritus que residen entre ellas en el jardín urbano de Abebbe Oshun.
Hubo historias de tierras viendo fuegos culturales por primera vez como cuando viajamos a través de Oregón con Joe; de personas regresando a sus tierras ancestrales, de dónde fueron forzosamente desplazades; de plantas, medicinas, frutos y comidas tradicionales mantenidas por generaciones como vimos con Doña Lydia, Mery y Johnny, Chiquita y Héctor Luis y Tuwaliri. Aprendimos de la recuperación de las historias negras en los campos del PNW, como comparte Gwen. Myrna y Raheni nos contaron sobre sus esfuerzos recuperando y revitalizando conocimiento ecológico y medicinal como personas dos espíritus. Cuentos abundaron entre Chimbe, Graciela, Rafelito y Ramoncito evidenciando como la fuerza de Ogún media la sanación para ellos. Todo esto fue posible aprenderlo cuando caminábamos juntes.
La escucha profunda y el caminar nos obligaron a cambiar el énfasis de la grabación de nuestro proyecto, del vídeo al audio, sin editar completamente ruido contextual. Descubrimos que el uso del micrófono para asegurar la calidad del sonido creaba una situación incómoda en espacios donde el conocimiento se produce, principalmente, a través de conversaciones comunitarias, preguntas e interacciones con el mundo humano y las plantas. Además, la mayoría de les sanadores que entrevistamos no se sintieron cómodes al ser grabades en vídeo y compartieron sus historias más reveladoras mientras recibían pacientes o daban un paseo para mostrarnos plantas específicas. Para producir un sitio web con una representación equitativa, decidimos privilegiar el audio sobre el vídeo.
Los clips de audio son cortos y hablan de temas específicos relevantes para el proyecto. Y dejamos ruido contextual en ellos para permitir al oyente tener una idea de cómo era estar en una conversación con la persona en su práctica diaria, transmitiendo sutilmente el contexto en el que nos encontrábamos. No somos realizadoras de documentales y sabíamos que no buscábamos producir material de tipo documental. Estábamos documentando parte de la riqueza del conocimiento que hemos recibido a lo largo de los años de las personas mayores y compartimos ese conocimiento respetuosamente con otres que buscan valorarlo, investigarlo y conectarse con él. Esperamos crear puntos de entrada para otras personas que buscan descolonizar cómo hemos llegado a interpretar el conocimiento en las Américas y lo que nuestres mayores tienen que ofrecer a medida que nos acercamos a una variedad de desafíos sociales y ambientales en el siglo XXI.
La investigación que tuvo lugar en el Caribe hispanohablante y el PNW entre 2016 y 2019 condujo al desarrollo de lo que primero se llamó el proyecto Caribbean Women Healers y que ahora es conocido simplemente como The Healers Project o Sanadores en español (https://healers .uoregon.edu). En 2020, como resultado de nuestros hallazgos y los comentarios sobre esta primera etapa del proyecto, recalibramos el alcance del mismo para resaltar todas las formas en que les sanadores trabajan dentro y a través de nociones complejas del ser que involucran, amplían y desafían expectativas dominantes de género; incluimos explícitamente a mujeres, hombres, LGBTQ/curanderes dos espíritus y guardianes de conocimiento ecológico tradicional.
Ampliamos nuestras fronteras culturales y étnicas para incluir a otras comunidades indígenas y afro-diaspóricas del Pacífico Noroeste, específicamente porque aprendimos que les curanderes caribeñes trabajan con otres cruzando líneas culturales, étnicas y raciales mientras fomentan toda una serie de relaciones interculturales. Llegamos a entender a les sanadores como guardianes de conocimientos ecológicos tradicionales que en muchos casos protegen y enseñan conocimientos sobre el mundo vegetal y animal esenciales para sustentar prácticas que sanan a seres humanos y ecosistemas enteros.
En esta segunda fase de investigación, continuamos creciendo y re-imaginando el trabajo según las enseñanzas que hemos recibido de nuestres mayores. Por ejemplo, a medida que comenzamos una nueva serie de conversaciones con amigos, mayores y seres queridos en el Pacífico Noroeste, también hemos estado participando en la extensa investigación emergente sobre el conocimiento ecológico tradicional (TEK), centrándonos en el TEK como un conjunto de relaciones entre distintas formas de producción de conocimiento (Fortin & Mankowski, s.f.; Gómez-Baggethun & Reyes-García 2013, Haggan et al. 2006, Ruef et al. 2020, Vinyeta & Lynn 2013). Esto nos ha llevado a ampliar nuestra definición de sanación para incluir las prácticas ecológicas cotidianas que permiten a les sanadores obtener acceso a sus plantas y comidas medicinales, ejercer la autodeterminación, reforzar y fortalecer identidades culturales y navegar múltiples opresiones, incluyendo la colonización, la xenofobia y el racismo.
Por último, trabajar con nuestres mayores de una manera transparente, que honre los sacrificios que continúan haciendo para mantener su conocimiento, significa que todo lo que se presenta aquí ha sido discutido con elles. En cada paso del proceso, imprimimos fotografías, compartimos clips de audio y recibimos la bendición para continuar, no solo de nuestres mayores, sino también de los espíritus guardianes que les guían. Este proceso de ratificación del conocimiento se extiende más allá de los límites éticos de los comités universitarios de sujetos humanos, y está directa y permanentemente enraizado en los parámetros éticos de las propias tradiciones.
Haciendo investigación con comunidades de ceremonialistas y sanadores tradicionales conlleva la obligación ética de no sólo no causar daño (Asociación Antropológica Americana), sino también la obligación adicional de honrar la auto-determinación, y prioridades afectivas y espirituales, de nuestras comunidades.
Este código ético comunican respeto; en otras palabras, respeto por la dignidad básica y derechos colectivos de las personas, comunidades, y todos los seres. En nuestras comunidades, importa menos si tenemos grados doctorales. Lo que importa más es la forma en que nos comportamos nosotras mismas con respeto. Este es el caso en general. A diferencia de los valores que tienden a guiar a la sociedad occidental, lo que “hacemos” en el día a día importa menos en el contexto de comunidades tradicionales. Lo que importa más es cómo nos comportamos en el mundo-cómo tratamos a la gente, si somos capaces de mantener relaciones con los demás. Los valores que sirven como la base de un código de conducta ética entre las comunidades afro-indígenas con quienes trabajamos incluyen:
.Antes que todo, Dios (“Gracias a la Misericordia”)
Humility before Creation, and with each other as manifestations of Creation
Todo Vive
All of Earth is alive; All of Earth is life.
Hay que fluir
To be flexible and easy-going in the rhythms of life’s chaos and unexpected events.
Moyumba/Ancestros
To Honor ancestors and elders and all of those who have enabled our path.
Obedi ka ka, obedi le le
Knowledge was shared throughout the world.
Compartir
To generate intimacy and authenticity in our relations through storytelling laughter, sitting together, eating together, etc.
Cara a cara
To see each other’s faces, to know the truth of our experiences in each other’s gazes/eyes/faces.
Ser recíproca
Enabling balance in the universe between all living beings, material and immaterial, even in the creation of knowledge.
Convivir
To be in relation with each other across a long span of time.